Desde el abordaje de Arturo Prat al Huáscar como un acto temerario para intentar revertir el curso de los acontecimientos y la mantención de la bandera chilena en la cima del mástil como reflejo que la rendición no tenía cabida, para la tripulación, elevaron al «Almirante Prat al panteón de los Héroes Nacionales» y a la corbeta Esmeralda como ícono de que David puede vencer a Goliat. Esa mítica leyenda se hacía realidad en las aguas del sur del océano Pacífico, donde una modesta nave de madera ya vieja se imponía, inesperadamente, a un acorazado blindado varias veces más grande.
La crónica es conocida, iniciada la guerra contra Perú y Bolivia por parte de Chile un miércoles 5 de abril de 1879, las autoridades nacionales movilizaron la Armada Nacional hacia el norte, con el propósito de controlar las vías marítimas por las que circulaba el comercio de los países sudamericanos del Pacífico e intentar frenar las maniobras de la Armada del Perú que era ampliamente superior a la fuerza naval chilena. Sin embargo, desencadenados los hechos desde las primeras horas de la mañana del 21 de mayo hasta pasado el medio día en que La Esmeralda se hundió, el resultado de la jornada le mostraba al Perú que sus pérdidas humanas y de poderío naval le hacían imposible contrarrestar una derrota militar a manos de Chile.